Igual que muchas otras naciones latinoamericanas, al nacer a la vida independiente, nuestro país debía organizarse políticamente para asegurar su soberanía y mantener su independencia frente a España y otras naciones. Además, debía realizar cambios importantes en lo económico y lo social para terminar con los privilegios de unos cuantos, pobreza, explotación, etcétera. Toda esta problemática propició que la primera mitad del siglo XIX estuviera llena de problemas internos (guerras civiles y dictaduras) y externos (guerras contra Estados Unidos de América y Francia).
El movimiento de Independencia se inició en 1810 y concluyó en 1821 con la firma del Plan de Iguala. El primer gobierno que se instituyó fue de tipo monárquico (regido por un rey), al coronarse Agustín de Iturbide como emperador. México atravesaba entonces por una difícil situación económica. Cuando el general Antonio López de Santa Anna derrocó a Iturbide, se estableció una república (gobierno en el que los ciudadanos eligen a la autoridad máxima) y se elaboró la primera constitución, la de 1824, que estableció la igualdad de todos los mexicanos. Los comienzos republicanos fueron malos y la inestabilidad de la época se demuestra en que en tan solo veintidós años hubo cuarenta y cuatro presidentes. Uno de ellos fue el general Santa Anna, quién ocupó la presidencia once veces.
En 1836, los colonos estadounidenses de Texas se declararon independientes; Santa Anna partió al norte y, aunque logró algunas victorias como la de El Álamo, fue finalmente derrotado y tornado prisionero en San Jacinto. Sin armas ni dinero para recuperar el territorio, nuestro país perdió Texas, que se anexó a EUA en 1845. En el mismo año, Francia reclamó el pago de daños ocasionados a ciudadanos franceses durante las frecuentes revueltas y exigió sesenta mil pesos para compensar a un pastelero francés que vivía en Puebla.
Con el país arruinado y dividido en liberales y conservadores, EUA inició otra vez la guerra en 1846, invadiendo el territorio nacional con tres grandes ejércitos que llegaron a la Ciudad de México el 15 de septiembre de 1847. México se vio obligado a firmar el tratado de Guadalupe Hidalgo, por el que cedió una extensa región que abarcaba Nuevo México, Arizona, Alta California y otros estados, a cambio de quince millones de pesos.
La participación política de Santa Anna terminó en 1855, cuando, a consecuencia de la Revolución de Ayutla, tuvo que retirarse del país.